El mundo ha cambiado radicalmente desde que surgieron las primeras startups después de la Segunda Guerra Mundial.. En aquella época, Estados Unidos estaba dividido entre las empresas familiares y el mundo empresarial. Fue en el seno de una de esas corporaciones, los Laboratorios Bell, donde un descubrimiento llamado transistor cambiaría el mundo. Sin embargo, durante estos primeros años del nacimiento de la electrónica, aún no veríamos "startups" propiamente dichas.
Muchos de estos primeros empresarios de la electrónica empezaron sus empresas como laboratorios independientes. La mayoría conseguía un pequeño local para trastear a tiempo parcial. Fue el caso de Hewlett-Packard en 1938. Otros pusieron sus "laboratorios" a disposición de empresas más grandes, como Shockley Semiconductor Laboratory (1956) o Fairchild Semiconductors (1957), ambas divisiones de empresas más grandes. El término de facto para estas empresas primigenias era "laboratorio" y no "startup".
A medida que la industria electrónica evolucionaba hacia los semiconductores, cada vez más personas empezaron a dejar sus puestos de investigación en grandes empresas. Estas personas recaudaban fondos para crear una empresa "startup" en el campo de la "alta tecnología". Esta fue una década (1950) de innovación acelerada impulsada por los esfuerzos de posguerra. En 1957, la Unión Soviética lanzó el Sputnik-1, el primer objeto fabricado por el hombre en orbitar la Tierra. La creciente paranoia con los avances tecnológicos de la Unión Soviética actuó como acelerador de una intensa inversión por parte de universidades como Stanford y del Departamento de Defensa.
En 1958, el gobierno estadounidense creó la NASA y DARPA, que impulsarían la mayoría de las innovaciones en alta tecnología durante la década de 1960. El rápido ritmo necesario para impulsar proyectos de defensa como el sistema de guiado del programa Apolo o el proyecto de misiles Minuteman obligó a muchas de estas empresas de semiconductores a aumentar la producción. Escalar la alta tecnología en aquella época no era fácil. Cada paso era una lucha y se necesitaban innovaciones constantes.
Este entorno de grandes riesgos, dinero gratis y escalado rápido produjo una cosecha de líderes empresariales, ingenieros e inversores que definiría nuestra noción de "startup".
De chips a bits
En 1968, Gordon y Moore abandonaron Fairchild Semiconductors para fundar su propia empresa, INTegrated ELectronics, también conocida como Intel Corporation. Armados con su primer microprocesador, el Intel 4004, impulsaron el auge del ordenador personal en la década de 1970.
A medida que los ordenadores se generalizaban, también lo hacía la necesidad de crear programas informáticos. El mismo espíritu que impulsó los primeros "laboratorios" de Silicon Valley empezó a impregnar las nuevas empresas de software. Para entonces, los inversores habían empezado a afluir al valle, en busca de nuevas oportunidades en el campo de la alta tecnología más reciente. Esta migración fue la génesis de un nuevo tipo de inversor, el "Ad-Venture Capital", y anunció la moderna industria del Capital Riesgo.
La década de los sesenta se convirtió en el origen de algunas de las empresas de capital riesgo más destacadas de nuestra era. Firmas como Davis & Rock (1961), Sutter Hill Ventures (1968), Venrock (1969), Kleiner Perkins Caufield & Byers (1972) o Sequoia Capital (1972) nacieron en esos años. Se convirtieron en la fuerza motriz que desarrolló y afinó el modus operandi de las startups que sigue funcionando hoy en día.
El capital riesgo asumió la mayor parte de las inversiones del Departamento de Defensa, convirtiéndose en el "dinero fácil", pero conservó el gusto por las apuestas altas y los beneficios rápidos.
El auge de las startups en Internet
A medida que la industria desarrollaba nuevos ordenadores, se necesitaban nuevas herramientas, y en 1986 la red informática Arpanet, financiada por DARPA, abrió sus puertas a varias universidades. En 1989 aparecieron los primeros proveedores comerciales de servicios de Internet, y el mundo volvió a cambiar.
Los ordenadores podían hablar entre sí y acceder a información a kilómetros de distancia. En 1990 Berners-Lee desarrolló el primer conjunto de herramientas web y el primer servidor web, impulsándonos hacia la era de Internet.
Las nuevas empresas de "alta tecnología" empezaron a moverse en este nuevo espacio desarrollando las dos cosas que mejor sabían hacer: semiconductores (Cisco Systems, 1986) y software (Netscape Communications, 1994).
A medida que la tecnología pasaba de lo físico (semiconductores) a lo digital (software), las barreras de entrada empezaron a disminuir. Con la generalización de los ordenadores y las universidades interconectadas a través de Arpanet, una nueva oleada de estudiantes aprendió a codificar software más rápido que nunca. La innovación empezó a extenderse y el reto de estar en el "laboratorio" adecuado en el momento oportuno empezó a desaparecer. El ritmo de la innovación se aceleró espectacularmente y el número de empresas de alta tecnología basadas en la web alcanzó un nuevo récord.
Este cambio drástico se plasmó en una redefinición de lo que entendíamos por "startup". De repente, el habitual "alto riesgo, dinero fácil, escalado rápido" adquirió un nuevo significado. Con un número cada vez mayor de startups, la innovación de vanguardia empezó a diluirse y a disminuir. Este cambio empezó a desplazar la noción de que las startups eran siempre de alto riesgo. La otra cara de la moneda fue que la inversión en este tipo de startups se convirtió en la corriente dominante. La consecuencia fue un fuerte aumento de inversores menos sofisticados entrando en el juego, convirtiendo el "dinero fácil" en "dinero superfácil".
Y así, había aparecido una nueva raza de startup, la "startup" de Internet; una innovación incremental, dinero superfácil, una empresa de escala infinita.
Los límites de la web
La burbuja de las puntocom (2000) llegó y se fue, y las innovaciones establecidas durante los 90 allanaron el camino para más ancho de banda, más conectividad, más dispositivos (revolución de los smartphones) y, obviamente, más escala (medios sociales). Llega la Web2.0.
El credo de "más, más grande, más rápido" se convirtió en el grito de guerra de una nueva ola de inversores. La Web 2.0 trajo consigo cambios sustanciales, pero en lo que respecta a las startups produjo una democratización aún más rápida. Ahora cualquiera, desde cualquier lugar, podía crear una "startup" en Internet. El hardware se abstrajo a través de servicios en la nube, el software se abstrajo a través de bibliotecas, marcos y plataformas sin código, y la conectividad se hizo omnipresente y más barata que la mayoría de los servicios públicos.
Esta erosión de las barreras de entrada y la digitalización de nuestras sociedades han convertido de repente a todas las nuevas empresas en startups de facto. Todas las nuevas empresas seguían un patrón similar de captación de fondos (capital riesgo, capital riesgo corporativo, fundaciones, crowdfunding, fondos de fondos, etc.), creación de productos (Design thinking, agile, lean, etc.), marketing digital (redes sociales, anuncios digitales, análisis, etc.) e incluso estrategias de salida.
Lo único que no ha cambiado mucho ha sido la definición. A medida que nuestras industrias se han ido digitalizando, hemos cambiado el apelativo de "startup" de Internet por el de startups de Fintech, Healthtech, Martech o Proptech. Ahora lo que define a una startup ya no es Internet, sino la vertical en la que opera. Incluso eso se está volviendo cada vez más confuso a medida que desplegamos tecnología que fusiona diferentes verticales (es decir, startups Fin-Insur-Prop tech).
Como cada empresa se convierte en una startup, hemos tenido que introducir nuevos términos para diferenciarlas. Por ejemplo, ahora clasificamos las startups no sólo por su sector, sino también por su escala empresarial. Y así es como ahora dividimos las startups entre early stage (es decir, nuevas y pequeñas) y growth/scale-ups (es decir, en expansión y con una plantilla específica). Ni que decir tiene que la clasificación de una empresa depende totalmente de la percepción del ecosistema local.Por ejemplo, lo que en Europa consideramos una empresa "de crecimiento", en Silicon Valley se clasificaría como "early stage".
Del mismo modo, ahora diferenciamos las startups en función de sus rondas de financiación secuenciales (fase inicial, serie A, B, C, etc.) o incluso por su valor percibido (unicornios, empresas valoradas en más de 1.000 millones de dólares; decacornios, empresas valoradas en más de 10.000 millones de dólares; e incluso hectocornios, más de 100.000 millones de dólares).
A pesar de todos estos términos, la definición fundamental de startup sigue siendo la misma. Pero esto ha ido cambiando en los últimos años.
Las nuevas fronteras
Como dice el refrán, la historia no se repite, pero rima. A medida que la fricción de hacer una startup ha disminuido, muchas voces han estado presionando para que se vuelva a la innovación de vanguardia. Volvamos otra vez a "apuestas altas, dinero fácil".
Este cambio se viene produciendo desde hace tiempo y ha estado asociado a varias tecnologías diferentes. En los años 50 fue la electrónica, en los 60-70 los semiconductores, en los 70-80 los ordenadores, en los 90-00 Internet y en 2010 los smartphones.
Hoy en día, podríamos decir que la Inteligencia Artificial, y en particular el Aprendizaje Profundo, es una de las tecnologías que impulsan una nueva era de grandes apuestas. Y para mayor claridad, cuando digo Inteligencia Artificial, me refiero a la construcción, entrenamiento y despliegue de modelos masivos, no al uso de servicios de IA de terceros. Pero no es la única. Los avances en computación y comunicaciones cuánticas, reactores de fusión, baterías, tecnología aeroespacial (frontier tech, space tech), Blockchain, o biotecnología (nanomateriales, biología sintética, etc.) también han impulsado mucho de esto.
Todas estas tecnologías se agrupan cada vez más en lo que ahora llamamos Deep Tech, empresas de nueva creación que poseen tecnología propia derivada de su investigación científica. Algunos las llaman startups Hard Tech, y no se equivocan.
Ha habido un movimiento creciente para apoyar y volver al desarrollo de empresas emergentes en las ciencias duras. De vuelta a los "laboratorios", de vuelta al garaje, y a abordar problemas desafiantes para la sociedad. De la misma manera que la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría estimularon una espectacular oleada de hard tech, el actual entorno geopolítico está catalizando un estímulo similar.
La búsqueda de energía, alimentos, agua, transporte o urbanización sostenibles no sólo atrae cada vez más investigación, sino también financiación. Las nuevas pandemias y la necesidad de producir una cantidad cada vez mayor de nuevos compuestos (alimentos, fármacos, fertilizantes, materiales avanzados, etc.) están impulsando el crecimiento de la biotecnología y desencadenando la era de la biología sintética.
Estas empresas emergentes de Deep Tech son diferentes. No se construyen en un mes; su necesidad de innovación en todos los pasos es exponencial; el retorno de la inversión es más largo y arriesgado; su necesidad de especialistas es más aguda y difícil de satisfacer; su escala de mercado es pequeña y limitada. Es decir, se trata de "grandes apuestas, dinero contante y sonante, grandes riesgos"... Como ya ocurrió en el pasado, lo que ahora es "dinero contante y sonante" se está convirtiendo en dinero semigratuito financiado por el gobierno.
El cambio hacia la Deep Tech implicará cambios significativos en el sistema. La Deep Tech requiere inversores astutos, equipos altamente especializados y una amplia colaboración entre expertos. Para alcanzar la codiciada escala, cada vertical de Deep Tech necesitará desplegar una infraestructura novedosa y esperar. No habrá soluciones de un solo clic ni millones de clientes esperando los productos. Es hora de volver al trabajo duro, la creatividad disruptiva y la paciencia. Los que entren ahora se convertirán en los futuros Fairchilds, Intels o Apples del mundo.